(Por las selvas del Congo, febrero 2008)
Es muy difícil darse cuenta lo grande que es un país hasta no se empezar a viajar en él, La República Democrática del Congo (antiguamente Zaire y más antiguamente El Congo Belga) es un enorme país, y parece más enorme aún a causa de los medios de transporte terrestre que son tan deficientes que la única posibilidad de transportarse en tiempos aceptables y de forma “segura” es por vía aérea. Esto suena bien hasta que uno se enfrenta al “transporte aéreo” de este país.
El viaje Entebbe (Uganda) – Arua (RD Congo) lo realice en un pequeño avión bimotor de la compañía Eagle Air que milagrosamente salió a la hora prevista y el grado de confort fue bastante aceptable ya que el equipaje de los pasajeros fue colocado en la sección del avión destinada a este propósito. El avión realizo una corta parada en “Moyo” una aldea pequeñísima que cuenta con una pista mínima de aterrizaje en la cual desembarco una persona con toda la apariencia de un misionero.
El viaje Aru - Bunia fue toda una aventura. Para empezar (y debido a mi tenaz insistencia) decidimos fletar completamente la avioneta Cessna de seis pasajeros para que al vender los asientos restantes a último minuto, pudiéramos rentabilizar mi viaje. Grande fue mi sorpresa al llegar a la pista aérea de Bunia y encontrar con que una “importante” delegación del gobierno Congolés también había fletado la misma avioneta para el mismo vuelo que yo. Por supuesto, poco o nada importo que nosotros lo hiciéramos con dos semanas de anticipación y ellos lo hicieran la tarde anterior ya que los asuntos del gobierno tienen “prioridad absoluta”, mismo si la compañía de aviación MAF es una compañía totalmente privada y misionera.
Después de arduas negociaciones aceptaron embarcarme con mi pequeñísimo equipaje (apenas 10Kgs) y dejar para un segundo viaje a Lili, una sonriente miembro de IPASC que debía viajar conmigo a Bunia y tuvo que quedarse en Aru a esperar un segundo vuelo.
La avioneta fue pilotada por un jovencísimo y muy nervioso piloto británico con pinta de adolescente. Luego, durante el vuelo me pude enterar de boca del piloto (me sentó junto a su lado cuan copiloto con audífonos y todo) que la tarde anterior debía transportar a la “importante delegación del gobierno congolés” que se trataba de cinco personas pero con un peso corporal promedio de más de 110 Kgs. Por persona, por lo cual tuvo que dejar en tierra a la mitad de la delegación con su voluminoso equipaje. (que Incluía un enorme racimo de plátanos verdes) motivo por el cual entraron en conflicto con nuestro vuelo.
Luego de trabajar una semana con el personal de LWF RDC (Lutheran World Federation de la République Démocratique du Congo) mi vuelo Bunia-Goma debía realizarse el día sábado 01 de marzo pero de forma desenfadada se me informó que el avión de Entebbe pasaría por Bunia rumbo a Goma totalmente lleno. Por este motivo Emile (Coordinador de LWF-RDV) y yo tomaríamos el vuelo a Goma el día domingo a las 10:00 hs. y que por consecuencia el domingo en la tarde podría sin problema tomar mi vuelo Goma – Kinshasa. El día domingo, a las 9 de la mañana fuimos al aeropuerto de Bunia (un aeropuerto con pista asfaltada) y el avión llego alrededor de las 11:30hrs. Al subir al avión (un pequeño bimotor Ruso de 14 pasajeros, con pilotos igualmente Rusos) enorme fue mi sorpresa al ver que habían retirado las primeras 3 filas de asientos y una enorme montaña de equipaje de lo más variado (cajas viejas de cartón, sacos de yute, maletas y sacos de grano) sin ningún tipo de ataduras, ocupaba toda la primera parte de la cabina. El avión se encontraba en las más lamentable condiciones que nadie pudiera imaginar, se asemejaba a un autobús público normal Congolés con los asientos totalmente rotos y malolientes, con la tapicería de telas africanas cayéndose a pedazos y con un aspecto de jamás poder elevarse un solo centímetro de tierra.
Pese a su aspecto y luego de una tremenda vibración, ruidos infernales y quejidos lamentables, el viejísimo bimotor tomo pista y cuan alegre escarabajo pudo decolar sin mayores problemas salvo que grande fue mi terror cuando las cajas de la carga empezaron a vibrar y a desplazarse rápidamente contra los pasajeros de primera fila por lo que tuve que utilizar las dos piernas para frenar el avance de las cajas, cuando mire a mi lado vi que los otros pasajeros hacían lo mismo con cara de aburrimiento y desgano. El bimotor aterrizó en Beni en una escala normal de vuelo que debería durar no más de 20 minutos pero para sorpresa de todos los pasajeros que continuábamos nuestro vuelo a Goma, deberíamos bajarnos y esperar que el avión hiciera un corto vuelo a ¿….??(Nunca supe el nombre del lugar) y que solamente tardaría una media horita en volver. Luego de esperar casi una hora y media finalmente otro viejo bimotor (casi idéntico al primero) con sus rozagantes pilotos rusos aterrizo en Kisangani y luego de un vuelo de una hora tomamos tierra en Goma. Claro está que perdí mi conexión a Kinshasa por unos 30 minutos.
Decidido a perder solamente un día de trabajo en Kinshasa salimos del aeropuerto y con profundo desagrado y frustración nos enteramos Emile y yo que no había vuelos previstos para los próximos dos días.
Luego de “descansar” el Domingo 02 y lunes 03 de marzo tome finalmente mi vuelo Goma-Kinshasa en un viejo Birreactor de la compañía Hewa-Bora con bastante puntualidad y provisto de azafatas armadas de infinita paciencia frente a los muy exigentes viajeros congoleses.
Finalmente luego de cuatro días endiablados de trabajo con La organización de defensa de los Derechos Humanos “Voix de sans Voix” heme aquí en el aeropuerto de Kinshasa (en el club “Tokapi” de Air France) escribiendo esta última parte de este curioso viaje por las selvas del Congo.
Nota Posterior: Apenas un mes exacto después de vivir esta aventura, Emile Mpanya mi compañero de vuelo, tomo el mismo avión en el mismo vuelo, a la misma hora y sufrió un fatal accidente que costó la vida a 70 pasajeros, felizmente Emile salió casi ileso del accidente, con solamente algunas pequeñas quemaduras en la cabeza. Ver artículo de prensa al respecto:
Los Curas Carmelitas
Llegar a Kinshasa en la noche es todo un espectáculo ya que sus animadísimas y efervescentes calles están llenas de miles de pequeños comercios de artículos de lo más variado, una muchedumbre entusiasta circula por las calles en un frenesí de intercambio y comercio, el trayecto desde el aeropuerto al lugar donde trabajaríamos con la organización congolesa “La Voix de sans Voix” (organización de defensa de dos Derechos Humanos) lo realizamos en dos horas, mi primera impresión de la llegada a “La Samaritaine” fue muy poco agradable ya que las calles muy estrechas, tortuosas y en más que pésimo estado delataban que estábamos en un barrio popular y peligroso. Llegué alrededor de las 19:30 hrs. y pese a la obscuridad total en el recinto, decidimos esperar la energía eléctrica y empezar el trabajo inmediatamente. Luego de una hora y media de trabajo todos muy cansados (yo totalmente extenuado por el largo y aventurado viaje Goma-Kisangani-Kinshasa y mis colegas por la larga y tediosa espera) nos fuimos rápidamente a dormir. En la negrura de la noche se adivinaban unas instalaciones bastante buenas con bloques de edificaciones en dos y tres plantas bien construidos y con muy amplios y exóticos jardines que despedían un muy agradable aroma a jazmin, este escenario me sorprendió muchísimo ya para llegar a este sitio el barrio no anunciaba un sitio como este. Mi habitación resulto muy espaciosa y austera con dos camas de una plaza pero sin mosquitero. Dado mi extremado estado de agotamiento decidí que el mosquitero que había comprado para este viaje lo instalaría al día siguiente y me dormí inmediatamente. A una indeterminada hora de la madrugada desperté sobresaltado debido a que una tormenta empezó a desencadenarse con furia. Los truenos y relámpagos se sucedían con una rapidez y una furia inusual. Creo que solamente una vez más en mi vida he asistido a una tormenta tan fuerte, la primera vez fue la primera noche que dormí en Londres en 1987 en una de las tormentas más fuertes de la historia de Inglaterra (dejo varios muertos) y esta era mi segunda vez, los relámpagos y truenos sonaban tan cercanos como si estuvieran cayendo sobre mí mismo tejado y en una frecuencia tan seguida como de un minuto o dos. A esto se sumaba por supuesto un diluvio en toda su regla. Repentinamente, sumados a los truenos y relámpagos empezaron a sonar disparos de armas automáticas con tanta fuerza y frecuencia como los rayos y centellas de la tormenta. Acurrucado en mi cama no me lo podía creer lo que estaba aconteciendo, en medio de una tormenta colosal estaba desarrollándose una balacera infernal. Se podía escuchar el silbido de las balas por doquier. Ni siquiera por esto decidí levantarme de la cama para meterme bajo esta ya que el cansancio pudo más que la tormenta y la balacera. Conforme la tormenta fue amainando y la balacera extinguiéndose volví a quedarme profundamente dormido. Al día siguiente me entere que la tormenta produjo muchos destrozos en la ciudad y también muertes que lamentar, por el contrario me comentaron que la balacera es un asunto “normal” ya que los delincuentes aprovechan las tormentas para abrirse paso a balazos y robar las propiedades vecinas y los guardias privados los repelen igualmente a balazo limpio. Al escuchar todo esto no pude sino sonreír ya que yo en mi cama y en mis adentros me imaginé que los Curas Carmelitas propietarios de este centro de espiritualidad se divertían en las noches jugando al salvaje oeste aprovechando las diluviales tormentas.
El 14 de febrero (un día antes de viajar al Congo), día del amor y la amistad envié un corto email a algunas amigas más queridas y entre estas esta Violeta, una querida amiga de mi vieja época de estudiante Lovainense en Bélgica, Violeta trabaja desde hace muchos años para las NNUU y nos hemos encontrado un par de veces en El Salvador y una vez en Londres, pero hace ya unos diez años que no nos encontrábamos y cerca de dos años que no teníamos noticias el uno del otro. Al llegar a Aru en el Congo, con mucha sorpresa me encontré con un email de violeta que decía más o menos así: “Muchas gracias por las felicitaciones. Pocas líneas pero muy bien venidas. En que andas ahora? Yo estoy de regreso en el Congo, me han dado esta vez la coordinación de una oficina más grande, el Distrito del Ituri, así que he vuelto al bendito stress pero ahora me siento en verdad una Senior y trato de tomar las cosas con más calma. Un abrazo y feliz día también! “
Cundo termine de leer su mensaje no cabía en mí del asombro ya que en ese preciso instante me encontraba en el Congo y en el Departamento del Ituri..!!, Inmediatamente me enteré que en Aru hay una misión de las NNUU (MONUC, Mission d’Organisation de Nations Unies Congo)
Por lo tanto, luego de la jornada de trabajo con IPASC pedí que me llevaran a la MUNUC de Aru a fin de preguntar por Violeta. En Aru me informaron que seguramente ella se encontraría en Bunia ya que allá las instalaciones son más importantes y por lo tanto ella podría estar allí. Luego de muchas preguntas y llamadas finalmente di con su número telefónico por lo que inmediatamente pude hablar con ella. Tanto ella como yo no podíamos creer que no solamente estuviéramos en ese momento en el mismo país sino que yo trabajaría en Bunia con LWF-RDC durante toda una semana. Después de conversar brevemente decidimos que al sábado al llegar a Bunia inmediatamente nos encontraríamos. El encuentro fue muy emocionante no solamente porque hace dos años que perdimos contacto sino que hace diez años que no nos veíamos. Por supuesto Violeta con su invariable generosidad me invito a su casa para poder compartir tantas cosas sucedidas en estos largos años para los dos. Luego de unos tres días en su casa en la cual pude cocinar para ella algunos platillos que ella festejó con mucho entusiasmo. (yo llegaba a las 18:00 y ella a las 20:00) una noche llego con una seria preocupación en la cara. “Sabes Carlos que hace algún tiempo, Derechos Humanos de la MUNUC condenó a un importante delincuente de la región acusado de crímenes de guerra y debido a nuestra presión no se lo ha dejado libre, pero lo preocupante del caso es que por mala información él cree que la persona responsable de su encierro soy yo, por lo que he recibido serias amenazas contra mi integridad física y en mi oficina me ha asignado varios soldados como guardaespaldas permanentes” Es así que los últimos días en casa de violeta contábamos a más de los tres guardias de costumbre con tres soldados cascos azules del contingente de la delegación de Marruecos que difícilmente podían articular alguna palabra en francés por lo que mayoritariamente había que comunicarse por señas, hasta que descubrí que la palabra cuchara fue directamente importada del árabe al castellano por lo que fue la única palabra que pudimos utilizar en todos esos días. Finalmente el problema pudo solucionarse y actualmente Violeta ya no tiene la protección de la soldadesca. Ya son nuevamente tres años que he perdido contacto con ella pero espero que el destino nos vuelva a permitir encontrarnos en algún país del mundo.
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